La Biblia en el libro de Josué (6.5) narra la caída de las murallas de Jericó ante el griterío del pueblo israelita y los siete días rodeando la ciudad con sus ejércitos, siete veces por día. Al séptimo, tal como “el príncipe del ejército de Yahvé” le ordena a Josué, las trompetas y los gritos del pueblo derrumban los muros, y los hebreos asaltaron la ciudad en medio del valle fértil que bañan las aguas del Jordán. Este acontecimiento bíblico me sirve para definir el fenómeno social de lo que puede acaecer entre nosotros. Occidente, moralmente podrido tras la actual concatenación de crisis, pudiera conocer otra, ingente, de efectos devastadores y benéficos: la catarsis política. Ni el actual esquema ideológico, ni el eclipse moral de nuestra sociedad, ni la incuria intelectual de nuestra más que mediocre clase política podrán detener las consecuencias de esta crisis mundial sin precedentes. Obama la ha calificado de “crisis de proporciones históricas”, en mi opinión, más profunda que la de 1929. Aquella condujo a Europa a un cataclismo de su clase dirigente; hundió los modelos políticos de la época; sacudió los gobiernos; arrasó a sus líderes y propició el nacimiento del nazismo, el fascismo y los totalitarismos soviéticos. A continuación estalló la guerra.
Lejos de mí aplicar un paralelismo en este momento, pero me parece inevitable la reproducción de ciertos hechos, si nuestros líderes no corrigen su pésima andadura; si los dirigentes no empiezan a pensar por sí mismos, lejos de los determinismos absurdos de los lobbys, grupos de presión y logias masónicas que se mueven como nunca entre las sombras y la opacidad. Me sobra información para no sentir el vértigo de las inexorables decadencias, fruto de la ruptura de los esquemas de valores y de las estúpidas conductas morales -a decir verdad, inmorales o amorales- de nuestros paladines sociales y políticos. Esta es la vía de la catarsis. Nada puede seguir según el modelo actual. El cinismo de nuestros gobernantes clama al cielo. La mentira como sistema, no sólo no es privativa de Zapatero, sino que quienes “conducen” a los gobiernos occidentales los llevan al divorcio total con sus pueblos. El pueblo quiere oír hablar de sus problemas, no que le mientan sobre su futuro. ¿Quién en su sano juicio se va a tragar que el Estado remediará todos los males que se nos vienen encima? Ni el Estado dispone de tantos recursos, ni el Estado del Bienestar resistirá en su actual formulación. Su quiebra, como su utopía, está al final del camino. De seguir así, el destino de esta clase política es el suicidio. Como sucedió entre 1929 y 1940. Como vimos, más recientemente, en Italia con el terremoto social de “mani pulite”, donde apenas sobrevivió alguno de entre ellos. ¿Qué fue de Benito Craxi, hermano de fe de Zapatero?
El pueblo no perdona los engaños de sus dirigentes; ni tampoco las desmesuras y las desintonías de sus gobernantes. ¿Qué se puede esperar de la bufa comedia del tripartito tratando de explicar las desafortunadas políticas que vienen llevando a cabo, con motivo del paso del Ecuador en su mandato? Me parece tan ridículo, tan falso, tan carente de ética que, sin duda, Catalunya tomará buena nota. La política sólo se puede regenerar con la moral. La crisis económica sólo se puede superar desde la refundación ética del sistema: ni su estatalización resolverá sus problemas esenciales, de pura infraestructura filosófica, ni el neoliberalismo paranoico del mercado hallará remedio al cáncer que la corroe. ¡Ética, ética y más ética! A extramuros de la refundamentación de valores no daremos con la solución. Ni políticos, ni analistas han descubierto la etiología del problema, que no es otro que la destrucción de los códigos morales de conducta. La clase política, y quienes la mueven a favor de sus intereses, están ciegos. Y, si no se define la causa, ¿cómo se va a aplicar el remedio? ¿Cabe curación sin diagnóstico?
De ahí el reto: primero fue la crisis financiera; después, la crisis de confianza, el cáncer genuino de toda economía de mercado; a continuación, explotó la crisis industrial y empresarial, que en España va a demoler el empleo (18% probablemente en 2009), desencadenando una revancha social desconocida para las generaciones de la posguerra; finalmente, estallará la crisis política y el preocupante descrédito del sistema y de sus instituciones (la Monarquía avanza ya en esa dirección). Las consecuencias están al alcance de los tuertos, en un país de ciegos, o de los suficientemente inteligentes, si hablamos de una sociedad racional. ¿Han reflexionado los políticos sobre cómo históricamente se ha regresado al orden a partir del desorden o del caos? Primero, la catarsis. Luego, el reordenamiento a frotación dura. Contémplese Bombay 2008, Madrid 2004, New York 2001…Son los signos del tiempo. En Jericó nadie desenvainó las espadas: el ingente ruido de la plebe y las trompetas derrumbaron sus murallas. Un paradigma para los políticos mediocres de nuestros días.
Lejos de mí aplicar un paralelismo en este momento, pero me parece inevitable la reproducción de ciertos hechos, si nuestros líderes no corrigen su pésima andadura; si los dirigentes no empiezan a pensar por sí mismos, lejos de los determinismos absurdos de los lobbys, grupos de presión y logias masónicas que se mueven como nunca entre las sombras y la opacidad. Me sobra información para no sentir el vértigo de las inexorables decadencias, fruto de la ruptura de los esquemas de valores y de las estúpidas conductas morales -a decir verdad, inmorales o amorales- de nuestros paladines sociales y políticos. Esta es la vía de la catarsis. Nada puede seguir según el modelo actual. El cinismo de nuestros gobernantes clama al cielo. La mentira como sistema, no sólo no es privativa de Zapatero, sino que quienes “conducen” a los gobiernos occidentales los llevan al divorcio total con sus pueblos. El pueblo quiere oír hablar de sus problemas, no que le mientan sobre su futuro. ¿Quién en su sano juicio se va a tragar que el Estado remediará todos los males que se nos vienen encima? Ni el Estado dispone de tantos recursos, ni el Estado del Bienestar resistirá en su actual formulación. Su quiebra, como su utopía, está al final del camino. De seguir así, el destino de esta clase política es el suicidio. Como sucedió entre 1929 y 1940. Como vimos, más recientemente, en Italia con el terremoto social de “mani pulite”, donde apenas sobrevivió alguno de entre ellos. ¿Qué fue de Benito Craxi, hermano de fe de Zapatero?
El pueblo no perdona los engaños de sus dirigentes; ni tampoco las desmesuras y las desintonías de sus gobernantes. ¿Qué se puede esperar de la bufa comedia del tripartito tratando de explicar las desafortunadas políticas que vienen llevando a cabo, con motivo del paso del Ecuador en su mandato? Me parece tan ridículo, tan falso, tan carente de ética que, sin duda, Catalunya tomará buena nota. La política sólo se puede regenerar con la moral. La crisis económica sólo se puede superar desde la refundación ética del sistema: ni su estatalización resolverá sus problemas esenciales, de pura infraestructura filosófica, ni el neoliberalismo paranoico del mercado hallará remedio al cáncer que la corroe. ¡Ética, ética y más ética! A extramuros de la refundamentación de valores no daremos con la solución. Ni políticos, ni analistas han descubierto la etiología del problema, que no es otro que la destrucción de los códigos morales de conducta. La clase política, y quienes la mueven a favor de sus intereses, están ciegos. Y, si no se define la causa, ¿cómo se va a aplicar el remedio? ¿Cabe curación sin diagnóstico?
De ahí el reto: primero fue la crisis financiera; después, la crisis de confianza, el cáncer genuino de toda economía de mercado; a continuación, explotó la crisis industrial y empresarial, que en España va a demoler el empleo (18% probablemente en 2009), desencadenando una revancha social desconocida para las generaciones de la posguerra; finalmente, estallará la crisis política y el preocupante descrédito del sistema y de sus instituciones (la Monarquía avanza ya en esa dirección). Las consecuencias están al alcance de los tuertos, en un país de ciegos, o de los suficientemente inteligentes, si hablamos de una sociedad racional. ¿Han reflexionado los políticos sobre cómo históricamente se ha regresado al orden a partir del desorden o del caos? Primero, la catarsis. Luego, el reordenamiento a frotación dura. Contémplese Bombay 2008, Madrid 2004, New York 2001…Son los signos del tiempo. En Jericó nadie desenvainó las espadas: el ingente ruido de la plebe y las trompetas derrumbaron sus murallas. Un paradigma para los políticos mediocres de nuestros días.
Manuel Milián Mestre
1 comentario:
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