miércoles, 24 de junio de 2015

Mokusatsu: la palabra que cambió la historia

Una palabra de Kantarō Suzuki, que fue militar japonés y que en abril de 1945 fue nombrado Primer Ministro, con 77 años, fue el que sin desearlo ni esperarlo, cambió el rumbo de los acontecimientos.
Poco después de ser nombrado Ministro, durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados celebraron la conocida Conferencia de Potsdam, que incluía entre sus acuerdos un ultimátum a Japón instándole a rendirse sin condiciones. Según se sabe, Suzuki y sus hombres eran partidarios de aceptar las condiciones y acabar con la guerra que allí viviína de forma definitiva, de hecho, querían gestionar el momento con mucho cuidado y delicadeza.
Cuando le preguntaron a Kantarō Suzuki por la Conferencia de Potsdam y sus repercusiones en Japón, éste quiso ser cauto, por lo que utilizó una palabra que probablemente y debido a lo que después sucedería, no fue la más adecuada por ser demasiado ambigua. Kantarō dijo que estaba adoptando una posición de mokusatsu con respecto a lo expuesto en las conclusiones de Potsdam. El problema es que esta palabra, mokusatsu, tiene dos significados: el primero es como “guardar silencio por el momento”; el segundo significado es “ignorar”. La ambigüedad de la palabra hizo que la Agencia de Noticias Japonesa cometiera un grave error, el de dar por buena el segundo significado y traducir las declaraciones de Sukuzi indicando que Japón ignoraba el ultimátum de Potsdam.
La postura de Japón que se deducía de aquel mensaje del primer ministro Kantarō Suzuki hizo que el presidente de Estados Unidos, Truman en aquel momento, decidiera usar la bomba atómica. Aquel error de interpretación o traducción costó la vida de miles de personas.
Historia
Félix Velasco - Blog

sábado, 20 de junio de 2015

En nuestras trece

Sorprendí el otro día en la televisión a unos periodistas deportivos enzarzados en el debate de si Cristiano Ronaldo es mejor o peor que Messi. No es la primera vez que escucho una discusión tan grotesca; así que imagino que constituye una atracción televisiva habitual. Y digo grotesca porque, para cualquier persona que no esté completamente ofuscada por predilecciones partidistas, resulta evidente (basta ver jugar a cada uno un par de partidos) que Messi es un jugador infinitamente más dotado que Cristiano Ronaldo, infinitamente más perspicaz, habilidoso y desarmante del adversario. Con esto no quiero decir que Cristiano Ronaldo sea malo, sino todo lo contrario (aunque, desde luego, a chupón no lo gana nadie); pero Messi es superlativo y portentoso. El gol que Messi le cascó a mi amado Athletic de Bilbao en la última final de la Copa del Rey, por ejemplo, sería imposible que lo cascase Ronaldo; y esta imposibilidad es constitutiva, ontológica y, por lo tanto, irremediable.
Pero yo no quería hablar aquí de Messi y Cristiano Ronaldo, sino de ese españolísimo rasgo de carácter que consiste en «sostenella y no enmendalla», aferrándonos a las convicciones propias, aunque carezcan de fundamento, y permaneciendo siempre en nuestras trece, aunque la realidad nos lleve la contraria. Este obcecamiento, que en otras latitudes se considera síntoma de desvarío, en España es considerado conducta meritoria y hasta virtuosa; y como alimenta las esperanzas de otros obcecados que sostienen el mismo delirio, el delirante acaba convirtiéndose incluso en líder de masas, o siquiera en influyente prócer. Así, por adición de obcecados, se construyen facciones irredentas a las que luego el sistema pone a dialogar demagógicamente, para fingir que a través del diálogo se logra el entendimiento. Pero el resultado de tales diálogos es tan estéril y disparatado como el de esas tertulietas deportivas donde se debate si Cristiano Ronaldo es mejor que Messi.
En realidad, el recurso del diálogo, tan socorrido entre los demagogos (diálogo entre creyentes y ateos, entre marxistas y liberales, entre blancos y negros, etcétera), se cuenta entre los más inútiles, cuando no existe voluntad de allanarse ante la realidad. En un mero trueque de palabras no puede existir posibilidad de entendimiento si previamente los 'dialogantes' no han hecho firme propósito de renunciar a los sentimientos y hacer uso de la razón, meditando las enseñanzas que la realidad nos ofrece. Cuando esto no ocurre (que es la mayoría de las veces), el diálogo se torna contraproducente y aturdidor, como se prueba en las tertulietas televisivas, donde tirios y troyanos sueltan su morralla sin que nadie convenza a nadie, sino más bien al contrario; y con unos efectos demoledores sobre las masas que consumen tal bazofia, que poco a poco se convierten en ejércitos de obcecados, jenízaros de tal o cual proveedor de morralla.
Siendo del todo sinceros, ni siquiera en su expresión filosófica el diálogo ha rendido grandes servicios al entendimiento. Esto se puede apreciar leyendo a Platón, cuyos diálogos no desembocan en una tesis, sino que más bien suscitan en el lector una sucesión de dudas irresolubles, a las que puede dar respuesta acogiéndose a las opiniones que vierten los diversos participantes en tan nobles coloquios. Pues, si en los diálogos platónicos no se alcanza el grado suficiente de entendimiento que conduce a la formulación de una tesis, ¿qué diremos de los diálogos entre españoles, discutidores y litigantes por naturaleza, que a lo largo de los siglos han gastado ingentes cantidades de saliva e ingenio sin llegar nunca a entenderse, sino por el contrario logrando que sus posiciones se enconen cada vez más? Los dos últimos siglos, desde las Cortes de Cádiz hasta nuestros días, que han sido los más dialogantes, han sido también los de más honda división entre españoles: con frecuencia solventada a tiros; y, en esta fase pacifista de la Historia, mediante una demogresca azuzada por la partitocracia que poco a poco convierte nuestra patria en un pandemónium grotesco.
Dialogar, debatir, discutir, de nada sirve cuando no se comparten premisas y no existe voluntad de entendimiento. Y sólo puede haber entendimiento cuando se acepta que existen realidades objetivas que no pueden estar siendo sometidas constantemente a controversia. Salvo que el fin del diálogo no sea el entendimiento, sino la mera locuacidad; pero no debemos olvidar que todas nuestras guerras civiles han salido de los debates y tertulias que mantenían nuestros obcecados e influyentes próceres.
Manuel de Prada
Félix Velasco - Blog 

Hacer el ganso

En este año de reiteradas citas electorales, además de la extenuación que produce tanto prometer la Luna, tanta trola y tanto «y tú más», una de las cosas que más me irritan es ver a padres -y madres- de la patria haciendo el ganso. Que si uno se desnuda porque dice que no tiene nada que ocultar, que si al otro le da por hacer puenting porque no sabe cómo ingeniárselas para salir en las noticias. Por lo visto, ya no les basta con jugar a la petanca con jubilados, besar niños en los parques o darse un baño de masas en el mercado preguntando a cuánto están las alcachofas. Como lo único que importa es la foto, imaginación al poder, todo vale, cuanto más chusco o imbécil, mejor. Claro que una ya debería estar curada de espanto, porque en la tele no hacen otra cosa. Y no hablo ahora de políticos, sino de personajes supuestamente interesantes de otros ámbitos. Antes, en los programas de entrevistas solían traer, qué sé yo, a un actor, a un escritor o a una cantante para intentar desvelar eso que llaman su «lado humano». Aún recuerdo aquel viejo programa titulado A fondo, en el que entrevistaban a Borges, a Rosa Chacel, a Dalí o a Adolfo Marsillach para hablar de todo un poco. Es verdad que el programa era un tanto estático, sin apenas otro plano que la cara del invitado o, todo lo más, el inserto de alguna foto de juventud o la carátula de sus libros. Pero lo que contaban era tan fascinante que se pasaba en un suspiro la hora y pico que duraba la emisión. Ahora, en cambio, si invitan a alguien interesante a un programa de estas características, lo normal es que lo pongan a hacer una tortilla, a saltar a la comba, a bailar la conga o a matar marcianos en una videoconsola. Y ninguno rechista. Tan acostumbrados están -estamos- a la tiranía de la imagen que hasta Michelle Obama encontró, no hace mucho, de lo más normal que la presentadora de un programa la pusiera a hacer flexiones; qué superguay, la primera dama por los suelos haciendo músculo, ya tenemos asegurado el trending topic del día. Es así. Nadie precisa estrujarse las meninges para decir algo memorable. Pasará mucho antes a la posteridad (o al menos al efímero cuarto de hora de gloria que ahora otorga la modernidad) mostrando su destreza con el yoyó o, tal como le ocurrió al príncipe Harry hace unas semanas, realizando una danza maorí de esas en las que hay que poner cara de bestia y soltar gruñidos. Y luego se asombran cuando los niños, en vez de decir que de mayores quieren ser astronautas, médicos o incluso futbolistas como antes, proclaman que quieren ser «famosos». Tienen toda la razón, para qué molestarse. Te ahorras los cinco o seis años de universidad o de cualquier tipo de preparación y vas directo a lo que importa, hacer el ganso. De hecho hay gente que ya vive de eso. Como los que cuelgan vídeos en YouTube, por ejemplo. Un tipo que se inmortaliza dejándose cubrir por un enjambre de abejas, otro al que le da por comer cuarenta huevos fritos o caminar por el pretil de un rascacielos. Y ni siquiera es indispensable jugarse el bigote o la salud. Vale también colgar las pedorretas de su retoño o su destreza haciendo un castillo con mondadientes. Si el vídeo se vuelve viral (y lo consiguen algunos verdaderamente chorras), se forra uno. Eso por no hablar de los famosos youtubers, claro. Me refiero a esos jóvenes que día a día cuentan a sus innumerables fanÿs cosas tan interesantes como la discusión que tuvieron anoche con sus viejos o pormenores de su vida sentimental o sexual. No me pregunten cómo ni por qué, para mí es un misterio insondable, pero todas estas sandeces tienen millones de visitas que se traducen en pasta constante y sonante. Saben una cosa...... a medida que escribo estas líneas empiezo a ver la luz. Con cada palabra que tecleo descubro lo equivocada que estoy y aquí mismo me retracto, me convierto y me caigo del caballo como Saulo camino de Damasco. Estoy completamente desfasada. Lo que hay que hacer es precisamente eso, graduarse en chorradas, licenciarse en filfas, doctorarse en gansadas. ¿Pero en cuál? ¡Ya la tengo! Se me acaba de ocurrir una que me va al pelo. Seguiré informando. 
Carmen Posadas
Félix Velasco - Blog

La gymcana de los idiotas

Esto parece una gymcana (¿se dice así?), una de esas pruebas de esfuerzo en las que los contendientes deben superar determinados obstáculos y obtener el premio al más completo: el que más salta, el que más corre, el que tiene mejor cintura, el que resulta más habilidoso. La constitución de los ayuntamientos ha brindado un ramillete de participantes de gymcana dispuestos a epatar al jurado y a mostrar su capacidad para superar el «más difícil todavía». Y, en función de ello, cuesta decidir quién se lleva el primer premio gracias a la masiva participación de mamarrachos en la prueba final de acceso al escañín de concejal. Parece que hubieran dicho «es mi minuto de gloria y ahora o nunca» y así han prometido su cargo, menos por Snoopy, por un puñado de soflamas extraordinarias: unos por la revolución, otros por la república, otros por «la gente», otros por el feminismo, otros por el ajuste de cuentas, otros por la «libertad del territorio», otros por el «odio a las oligarquías» y otros por la madre que los parió, que a tenor de lo visto se quedó muy tranquila. Nunca tanta demagogia de farfolla se dio de manera tan profusa: los ha habido que han rechazado la vara de mando (como si fuera algo que hubieran de llevar hasta el inodoro), los ha habido que han teatralizado su llegada en bicicleta a los consistorios, o su utilización del metro o del autobús, o su sorpresa por las dimensiones de sus habitáculos de trabajo. Los ha habido que han increpado a los militares que asistían protocolariamente a las tomas de posesión, así como otros han increpado violentamente a los que consideraban inadecuados para el nuevo tiempo revolucionario que encarnaba su elección. Los ha habido que se han precipitado a proponer estupideces propias de este tiempo de cretinos. Y los ha habido que han escenificado como un ballet de meticulosa sincronización toda una suerte de proclamas vengativas propias de tiempos en las que no habían nacido ni sus padres. Todos ellos, por cierto, apoyados y aupados por este generador de perplejidad que ha resultado ser el Partido Socialista Obrero Español, el más perfecto de los tontos útiles jamás hallado en las campas de la representación política española de todos los tiempos.
Puede resultar cierto que de la danza al crimen media un trecho largo, pero habrá que ver cuánto tiempo transcurre entre que un mamerto de los aupados a la gobernanza local suelta su diarrea verbal y, por otra parte, descubre que el problema del tráfico no se soluciona apelando a la lucha del Che. Es evidente que llegará un día en el que las cosas no se arreglen con eslóganes de coleta barata y casposa, y ese será el día en el que se apercibirán de que las alcantarillas no se limpian con ideología de quincalla y en el que los administrados, por muy sectarios que sean, reclamarán resultados prácticos como solución a sus problemas, los cuales no se solventan por el hecho de que la cuentista de su alcaldesa llegue en metro a trabajar (cosa que apenas durará tres días antes de que reconozca no tener más remedio que utilizar su coche oficial). Veremos si en ese momento los profesionales de la venganza absurda se vuelven a desencantar y se dan cuenta de que las cosas no se solucionan revocando acuerdos con la Santa Sede o prohibiendo la fiesta de los toros, como algún imbécil propone. Nadie nos quitará, no obstante, el recuerdo del bochornoso espectáculo que han ofrecido durante los primeros días de fiesta la serie de inútiles que la ciudadanía y los pactos vergonzantes han colocado en el machito de las cosas. Han creado un escenario absolutamente idóneo para que todos los inversores nacionales e internacionales echen a correr y no paren hasta llegar a Baden-Baden. Sitio que muy cercano me parece.
Carlos Herrera
Félix Velasco - Blog

domingo, 7 de junio de 2015

Piensa con coherencia

345-Hombre-pensando
Saber pensar correctamente, es una habilidad intelectual necesaria para disponer de una adecuada calidad de vida, que permita mantener una sana distancia con la emocionalidad condicionada por la masa. 
Pensar responde a una motivación, que puede estar originada en el ambiente natural, social, cultural, o en el sujeto pensante. Huyamos de fundamentalismo fanático, una pequeña idea puede entrar a nuestra mente como algo inofensivo, dependiendo de como pensamos esa idea, puede llegar a convertirse en una creencia, después en una convicción y cuando ha llegado hasta este punto; la idea comienza a influir en nuestros sentimientos y emociones. Esa pequeña idea llega a formar parte de la programación de nuestra mente, no esta como información almacenada solamente, sino como una parte fundamental de la programación. Seamos prudentes y seleccionemos con quién nos relacionamos, procurando que nadie siembre en nuestra mente odio, rencor, intransigencia, fanatismo, respuestas interesadas, ideologías,...
La filosofía es la única disciplina que se plantea las "grandes preguntas", y la inteligencia es la herramienta para entender lo que pasa y acercarse, poco a poco, a la solución de las mismas.
Vivimos en un mundo global (aunque algunos sigan recluidos en su "tribu"), de "fibra ancha", que precisa de inteligencias abiertas, no de mentes estrechas.
Epicuro es clarísimo cuando afirma que todo hombre es filósofo. 
Claridad y atención al mundo real son las características, una vez fuera de los muros de la familia, el colegio y la universidad, para aprender a interpretar el futuro próximo, y de forma difusa el más alejado. Porque el futuro siempre llega, es el hoy del ayer por el que algunos no se preocuparon y vivieron únicamente el presente que otros han decidido. 
La obsesión por el "hoy" es buenista; desde el punto de vista intelectual, es conveniente ampliar el horizonte y dirigir la curiosidad hacia otras épocas pasadas (para aprender de sus aciertos y errores) que no eran menos interesantes desde la perspectiva del pensamiento, y tratar de desentrañar y forjar para el que ya hemos puesto cimientos o qque tendremos que poner. No vivamos prisioneros del presente, construye tus sueños, ilusiones y esperanzas,... y permite que tu espíritu se desparrame en el tiempo.
Félix Velasco - Blog