martes, 31 de mayo de 2011

Conferencia en el Ateneo de San Sebastián - Pío Baroja

Si la sociedad puede sostenerse tensa con una idea racionalista y relativista, nadie lo sabe. Ya los rusos, como desconfiando de toda teoría relativista, convierten el comunismo en religión, a Lenin en profeta y hacen que la Dialéctica de Hegel, que no parece más que un juego de seminario laico, se considere algo de un rigor científico absoluto.
Por ahora, el monoideísmo y el espíritu sectario es lo que produce la acción; las gentes agnósticas, saturadas de relativismo y de libre examen, con pluralidad de ideas, viven entre dudas y vacilaciones.
No hay hombre de espíritu relativista y comprensivo capaz de ordenar las matanzas que ordenaron los Lenin, los Trotsky y los Zinovief en Rusia, ayudados por unos judíos descendientes, sin duda, del mal ladrón, a juzgar por sus intenciones. Tampoco manda una persona de buen sentido las estúpidas matanzas que se hicieron en España en Casas Viejas. Para eso hay que ser un fanático y un pedante, fruta que abunda entre los políticos rusos y entre los españoles.
Yo supongo que en España debe haber gente harta de tanta palabrería, de tanto aspaviento, de tanto gesto histriónico y de tanta vulgaridad como ha destilado siempre la política.
Dicen que nos debemos dividir en izquierdas, derechas y centro. Todo eso de izquierda, derecha y centro yo lo veo muy claro en los descansillos de las escaleras, pero en la vida no lo noto absolutamente en nada.
Supongo que tiene que haber personas que quieran trabajar en lo suyo con un poco de silencio y con cierto pudor. Si no las hay, peor para nosotros. Esto querrá decir que no servimos más que para charlatanes de plazuela.
Que el político hable de los aranceles y de los presupuestos está bien; ¿pero de su alma?, ¿para qué? Para eso ya están los poetas; los Byron, los Bécquer, los Verlaine, los Baudelaire.
El público español corriente parece que quiere dar como trozo lírico de algún valor el alegato chabacano del político que exhibe sus sentimientos, probablemente falsos, con una literatura de último orden.
La retórica, que ni siquiera es la buena, nos envenena. La frase histriónica, la metáfora usada y efectista quieren hacerla pasar por un producto intelectual y hasta práctico.
Esta retórica de tono mayor, de grandes brochazos, de lugares comunes solemnes, esconde todos los gérmenes de porvenir, si es que los hay en España.
Pío Baroja
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Discurso de Gladiator batalla Germania



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Espartaco - Yo soy Espartaco



"- ¿Temes a la muerte, Espartaco? 
- No más que a la vida."


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lunes, 30 de mayo de 2011

La "Revolución" española

Sufriendo una crisis económica brutal gracias a políticos que gastan a manos llenas más de lo que recaudan y, de pronto y aparentemente de la nada, apareció en la mansa España un grupo que se puso a protestar en pleno centro de la capital, Madrid, más exactamente en la emblemática Puerta del Sol.
Con un desempleo de más del 20% y un paro juvenil del 43% no es raro que los ciudadanos protesten... lo raro es que no lo hayan hecho antes.
Y con el poco romántico nombre de "Movimiento 15-M" (por el día del inicio de la protesta, el 15 de mayo) y promovida por el colectivo "Democracia Real Ya", supuestamente había empezado la "Revolución" española. Pronto fueron miles y la protesta se extendió a otras ciudades. Sólo los más interesados súbditos de un sistema partitocrático podían ver con malos ojos las reivindicaciones originales del Movimiento 15-M. En su origen exigía medidas que cualquier democracia medianamente seria estaría dispuesta a asumir: mayor transparencia, mayor representatividad y participación ciudadana. Todos los sistemas son susceptibles de mejorar y, en esa necesidad, al sistema político español le vendría de perlas una urgente y profunda renovación.
Sin embargo, las soluciones concretas que exigían listas abiertas y la reforma de una ley electoral que, indefectiblemente, habrían tenido que ir seguidas de una reforma política y de las instituciones representativas, han sido sucedidas por las proclamas utópicas de siempre. El movimiento de la "acampada" ha sido secuestrado por la izquierda marxista, que consigue que el pueblo termine exigiendo una prolongación de su agonía y que se aplique aquella nefasta receta de: "El Estado no funciona, solución: más Estado".
Si bien fueron los radicales de izquierda los que empezaron la protesta con una receta comunista como solución, en medio del eterno romanticismo por las revoluciones alimentado en y por los medios de comunicación, de pronto también surgió el despertar del español común y corriente, harto de pagar cada vez más impuestos; harto de ver cómo los políticos salvan a los bancos con el dinero del contribuyente para que después esos mismos bancos le embarguen al contribuyente su vivienda y lo dejen en la calle; harto de ver que, mientras que la inflación se come sus ahorros y los políticos hunden al país en más deuda soberana, los influyentes se codean con los políticos y ambos salen más ricos; harto de peores servicios; harto del insoportable statu quo. Pero, lamentablemente para el futuro de España, esa protestona mezcolanza de espontáneos rojos, antisistema, okupas, jubilados, desempleados, padres de familia, gente de buena voluntad y otros pide como solución menos mercado y más Estado: la receta perfecta para la argentinización de España.
Sería injusta cualquier comparación entre las revueltas en los países árabes con lo que está ocurriendo en tierras españolas. En España, el manifestante no se juega la vida frente a un tanque, simplemente quiere una vida mejor. A pesar del paupérrimo estado de la democracia española, es inconcebible pensar que pueda llegarse a los niveles de volencia experimentada durante la "Primavera Árabe".
A diferencia de lo sucedido en la Puerta del Sol, en la Plaza Tahrir y en otros países del mundo árabe no había ni sofás ni placas solares, sino jóvenes luchando, y muriendo, por la libertad de sus países.
Yulen Ariza Rossy y Miryam Lindberg
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domingo, 29 de mayo de 2011

El sacaperras televisivo

En apenas unos años, coincidiendo con la proliferación de canales televisivos digitales, se han afianzado unos espacios nocturnos decididamente cochambrosos que no son sino sacaperras para incautos. A veces adoptan el disfraz de un consultorio de futurología: un pitoniso o pitonisa que parece rescatado de una película de John Waters promete revelar a quienes se animen a llamar su número de la suerte, o diagnosticar la enfermedad del cuerpo o del alma que los consume, o averiguar si su matrimonio o noviazgo tiene los días contados, o simplemente convocar a no sé qué deidades protectoras que los ayudarán en la consecución de sus afanes. Otras veces, estos espacios estimulan la avaricia de los incautos con la promesa de un premio muy rumboso si adivinan las paparruchas más variopintas; y, en lugar del pitoniso o pitonisa rescatado de una película de John Waters, aparece en pantalla un chavalote con pinta de rufián de gimnasio o una chavalota con pinta de flor de mancebía que se desgañitan como licitadores en una subasta. Increíblemente, hay primos que llaman para que les lean el futuro en los naipes o para proponer la solución de la paparrucha; solo algunos «entran en antena», y los despachan con una celeridad hiriente, como quien se quita de encima una plasta viscosa. Los primos que llaman para proponer una solución a la paparrucha casi nunca aciertan; los primos que llaman para que el pitoniso o pitonisa les adivine el futuro narran sus desgracias con voz entrecortada, y el pitoniso o pitonisa improvisa un ensalmo salvífico en menos que canta un gallo. Y a otra cosa, mariposa. 
El modus operandi del timo -pues de un timo se trata, y aun de los más rastreros y crueles- consiste en que los incautos que llaman se mantengan una hora pegados al teléfono, antes de «entrar en antena»; y, con frecuencia, ni siquiera llegan a entrar. El otro día tuve la oportunidad de escuchar a una pobre mujer, achacosa y lloriqueante, con los hijos en el paro, que reclamaba al pitoniso o pitonisa que tuviera piedad de ella y le cogiera antes el teléfono, porque se estaba dejando la pensión en el sacaperras; ante lo cual el pitoniso o pitonisa se hizo el longui y empezó a barajar las cartas, en las que leyó que sus hijos aún tardarían «un poco» en encontrar trabajo, si bien los achaques de la pobre mujer iban a desaparecer en un santiamén (el pitoniso o pitonisa acompañó la predicción con unos pases mágicos de un amuleto zoroástrico). Me pareció todo de una brutalidad sórdida e irrisoria a partes iguales; y, por un momento, traté de meterme en el pellejo de la pobre mujer burlada, cuya pensión habría quedado aún más esquilmada esa noche, antes de que a la semana siguiente volviese a llamar, para fundirla por completo, viendo que sus achaques persistían. Debía de tratarse, sin duda, de una mujer sumamente lerda, o tal vez sumamente desesperada, acuciada por las penurias más innombrables; pues, desde luego, a alguien que conserve un ápice de lucidez o pundonor no se le ocurriría caer en una trampa tan burda. Y entre gentes parecidas -golpeadas por el infortunio, humilladas hasta la abyección, idiotizadas por un consumo televisivo bulímico- deben de hallar estos sacaperras su clientela. Pero ¿es lícito que las televisiones expolien a esas gentes desahuciadas y con pocas luces? 
Me cuentan que tales sacaperras televisivos cuentan con las licencias preceptivas; y, por supuesto, puede aducirse en su defensa que a nadie obligan a llamar. Pero la libertad de esas personas que llaman es una libertad viciada por la ludopatía o la superstición, una libertad constreñida por la laceria o por la credulidad más desquiciada. Una libertad, en fin, que se ejerce para su propia destrucción; y que acaba (o empieza) siendo esclavitud. ¿Se puede aceptar que las empresas que han urdido estos timos, y las televisiones que las acogen, se lucren a costa de esas personas esclavizadas? ¿Se puede aceptar que los órganos administrativos dedicados a la vigilancia de los medios de comunicación concedan las licencias preceptivas a estos sacaperras degradantes? A nadie se le escapa que tales sacaperras se ceban con las personas más disminuidas por la naturaleza o la adversidad; aceptarlas como si tal cosa nos disminuye y envilece a todos, nos hace partícipes de una burla infrahumana que acabará pasándonos factura. Que ya nos la ha pasado, en realidad; pues nunca podrá decirse con mayor justeza que tenemos la televisión que merecemos.
Juan Manuel de Prada
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Cuando las ONGS se convierten en negocios.


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sábado, 28 de mayo de 2011

María Dolores Pradera y Carlos Cano - María la portuguesa


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Wacky races (autos locos) intro. En español

La malagueña - Placido Domingo




Que bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas
debajo de esas dos cejas que bonitos ojos tienes.
ellos me quieren mirar pero si tu no los dejas
Malagueña salerosa, besar tus labios quisiera
pero si tu no los dejas ni siquiera parpadear.
besar tus labios quisiera 
Malagueña salerosa
y decirte niña hermosa que eres linda y hechicera
eres linda y hechicera como el candor de una rosa.
Si por pobre me desprecias yo te concedo razón
yo no te ofrezco riquezas, te ofrezco mi coraz
yo te concedo razon si por pobre me desprecias
ón a
cambio de mi pobreza 
Malagueña salerosa.
Besar tus labios quisiera
besar tus labios quisiera 
Malagueña salerosa
y decirte niña hermosa eres linda y hechicera
que eres linda y hechicera como el candor de una rosa.
Como el candor de una rosa.
Como el candor de una rosa.

Félix Velasco - Blog

viernes, 27 de mayo de 2011

Tan fácil,... pero tan difícil

Fácil es ocupar un lugar en la agenda telefónica.
Difícil es ocupar el corazón de alguien...
Fácil es herir a quien nos ama.
Difícil es curar esa herida...
Fácil es dictar reglas.
Difícil es seguirlas...
Fácil es soñar todas las noches.
Difícil es luchar por un sueño...
Fácil es exhibir la victoria.
Difícil es asumir la derrota con dignidad...
Fácil es admirar una luna llena.
Difícil es ver su otra cara...
Fácil es tropezar en una piedra.
Difícil es levantarte...
Fácil es disfrutar la vida todos los días.
Difícil es darle el verdadero valor...
Fácil es orar todas las noches.
Difícil es encontrar a Dios en las cosas pequeñas...
Fácil es prometerle algo a alguien.
Difícil es cumplirle esa promesa...
Fácil es decir que amamos.
Difícil es demostrarlo todos los días...
Fácil es criticar a los demás.
Difícil es mejorar uno mismo...
Fácil es cometer errores.
Difícil es aprender de ellos...
Fácil es llorar por el amor perdido.
Difícil es cuidarlo para no perderlo...
Fácil es pensar en mejorar.
Difícil es dejar de pensarlo y realmente hacerlo...
Félix Velasco - Blog

jueves, 26 de mayo de 2011

Lola Flores - Ay pena, penita, pena


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Queeg en La Moncloa

Seguramente, muchos de los que lean estas líneas recordarán aquella novela de Wouk que se titulaba «El motín del Caine» y que fue llevada al cine por un elenco extraordinario de actores entre los que se encontraba el mismísimo Humphrey Bogart. La acción era sencilla. El Caine era un dragaminas destinado en el frente del Pacífico y situado bajo las órdenes de un capitán llamado Queeg. Hasta ahí la acción no pasaba de lo trivial. El gran problema, sin embargo, era que Queeg era un peligroso psicópata y, al fin y a la postre, los oficiales a sus órdenes lo deponían para salvaguardar la seguridad del navío y de los tripulantes. Semejante acto, inusual, pero contemplado en las ordenanzas militares, derivaba en un juicio de guerra en el que todo parece desarrollarse en contra de los amotinados hasta que Queeg, interrogado como testigo, saca del bolsillo unas bolitas de metal y comienza a jugar compulsivamente con ellas. Aquel gesto, en apariencia sin relevancia, deja de manifiesto que Queeg es, en verdad, un loco especialmente peligroso para la gente situada a sus órdenes. Quizá durante años Queeg hubiera dado la apariencia de cumplir con sus funciones con mayor o menor fortuna, pero, al final, quedaba de manifiesto que no pasaba de ser un desequilibrado al que había que privar del mando y que lo único que cabía lamentar era que ese paso no se hubiera producido antes. Las elecciones del 22-M dejaron de manifiesto que ZP es un capitán Queeg que llegó a La Moncloa hace siete años gracias al atentado terrorista más espantoso de la Historia de España. Su sobrecogedora enfermedad quedó de manifiesto cuando, esa noche, en lugar de anunciar su dimisión y la convocatoria de elecciones generales, se colocó delante de los micrófonos y, más alterado que Humphrey Bogart en la citada película, comenzó a jugar compulsivamente con sus bolitas preferidas. Nos dijo, a punto de romper a llorar, que la culpa de la crisis económica más espantosa que ha conocido España en siglos y de los cinco millones de parados no es suya. Al parecer, se trata de una desgracia semejante a los temporales a los que culpó Felipe II por el desastre de la Invencible. Tampoco ha hecho nada malo él, que ha abierto las heridas cerradas hace décadas, que ha descoyuntado el orden constitucional con el estatuto de Cataluña, que ha realizado concesión tras concesión a la banda terrorista ETA, que ha encabezado una sectaria cruzada laicista, que se ha convertido en representante máximo de la cultura de la muerte y que, como logro máximo, puede esgrimir que los homosexuales contraigan matrimonio. Cualquiera que lo viera el domingo por la noche –pensara lo que pensara en los años anteriores– se dio cuenta de que ZP es una desgracia inconmensurable para el barco en el que manda y, para remate, para España, que no puede soportar casi un año más de su aciaga gestión. Ahora la única solución es que los oficiales de ese PSOE que conserva, gracias a ZP, los ayuntamientos de Cuenca y Zaragoza; la CC AA de Extremadura y la Diputación de Ciudad Real se quiten de encima al trastornado y a los que lo han servido como guardia de corps. Que lo hagan cuanto antes porque ni ellos, ni España pueden permitirse esperar un solo minuto más.
César Vidal
Félix Velasco - Blog

miércoles, 25 de mayo de 2011

Bailé esta canción una sola vez en mi vida. No recuerdo muy bien con quien lo hice. Solo sé que la bailé tan despacio, tan ensimismado, que acabé de bailarla al final de la siguiente canción. También recuerdo que ella habia acabado de bailar algún tiempo antes.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog

Riverdance Finale




"La unión nos hace tan fuertes como débiles la desunión." (Esopo)

martes, 24 de mayo de 2011

Demasiadas opiniones emocionales y poco criterio racional personal.


Todo no era más que nada

El progresismo social que nos sigue gobernando ha dedicado sus esfuerzos a lo único que le gusta: el circo social. Como decían, con razón, los sovietistas de 1917, «hay días que valen por años» y el del domingo del 22-M fue uno de ellos. En la noche triste de Ootumba, la sede federal del PSOE estaba desolada; no es que la madrileña calle Ferraz dé para aglomeraciones, pero algún militante podría haberse acercado para compartir la mala hora. Al mariscal Petain le preguntaron quién había ganado la batalla de Verdún, sobre la que aún persisten dudas, y contestó que las victorias tienen cien padres y la derrota es huérfana. El Presidente Zapatero hacía piernas a derecha e izquierda tras el atril como un boxeador sonado y por un momento creí que iba a embestir el arengario. Impartió la consigna socialista: nos ha derrotado la crisis económica. Hasta las elecciones generales escucharemos la misma canción, y no es verdad. El PSOE entró en crisis los últimos años del felipismo cuando hasta sus simpatizantes nos apartamos de la corrupción de la sangre y el saqueo del erario. Antes de que ganara José María Aznar por mayoría minoritaria, fue Jordi Pujol quien puso la esquela: «Así no podemos seguir». Fracasado el dedazo sobre Joaquín Almunia y destruido José Borrell por el guerrismo, el socialismo español perdió el rumbo quedando como pesquero en aguas de Somalia.
De Bambi a Alicia
Un grupo de jóvenes insuficientemente preparados, sin experiencia en el manejo del Estado, progresistas de coche oficial, tomaron el buque capitaneado por un aventurero audaz, diputado silente y desconocido para sus propios compañeros, sin otro bagaje intelectual que la capacidad de comprar votos con promesas luego incumplidas, la Tercera Vía de Tony Blair, que no era más que fachada amable y sonriente, y las inextricables teorías del politólogo doctor Petit sobre el republicanismo activo que, al menos yo, no he logrado desentrañar tras repasadas lecturas. Obtuvo su primera legislatura por accidente inesperado, y otra mintiendo a dúo con Pedro Solbes, asegurándonos que no había crisis financiera internacional cuando los empleados de Leman Brothers se llevaban los enseres. La negación de la crisis, la insistencia en que contábamos con el más firme sistema financiero, la satisfacción ante la envidia que suscitábamos en Francia e Italia, la calificación de la prudente Angela Merkel de fracasada, el anuncio glorioso del pleno empleo, sólo podría explicarlo Sigmund Freud. 
Como la memoria es selectiva, ni se acordó de la burbuja inmobiliaria hasta que le explosionó en la cara.
Si Zapatero hubiera sabido cumplir con sus obligaciones habríamos descendido por una pendiente de la que estaríamos recuperándonos y no en picado rompiéndonos el culo. No es la crisis sino su irresponsable manejo lo que ha originado cinco millones de parados, y no dos como dice con un par el Presidente, que de «Bambi» mudó en «Alicia» en el país de las maravillas. Este progresista profesional dedicó sus esfuerzos a lo único que le gusta: el circo social, con el más difícil todavía y las fieras sueltas sin rejas para el público. Matrimonio homosexual, progenitor A y B, aborto para menores sin consulta familiar, píldora abortiva sin receta médica, educación obligatoria para ser buenos ciudadanos de progreso, memoria histórica para desenterrar huesos, muerte digna con la eutanasia agazapada a los pies de la cama, cuota femenina para las obreras, «militarización» de la Judicatura, alianza de civilizaciones con el Irán de los ayatolás, rendición incondicional ante ETA y otros fuegos de artificio que no llenan la despensa. Zapatero y sus gobiernos no son los peores de la democracia sino un bestiario de extravagantes. Por no citar a Leire y Bibí, si nombras como ministra de Cultura a una señora como Carmen Calvo, que asegura que el dinero público no es de nadie y que Cervantes se multiculturalizó viajando por Argelia, donde lo sodomizaron como un esclavo, hay que cambiarse de pasaporte en legítima defensa. Ni en Argentina, de la que soy connatural y donde descansaré de estas miserias, país europeo y culto, se atreven con estas zapaterías, obsesión por el sexo, la mediocridad y la pérdida de las identidades.
Ni presionado por la Unión Europea, y hasta por Washington y Pekín, termina Zapatero sus reformas económicas. Sus compañeros ya le llaman «embrague», porque sólo mete el cambio cuando estira la pata. El bachiller José Blanco ha dirigido una campaña de gañán, no teniendo otro mérito que el haber intentado ser alcalde de su pueblo, donde Mariano Rajoy se salió con el coche rompiéndose la cara. Han llegado a decir que en España nadie ganará unas elecciones luciendo barba, y es que lo distingue a estos socialistas en inmersión (hay otros) es su desprecio por la inteligencia del electorado. Dios primero confunde a quien quiere perder.
Nos ha hecho cínicos
Diógenes de Sínope, «El cínico», vivía en una tinaja y pedía limosna en el Templo de Zeus, no a los fieles sino a la estatua de dios. Se reían de él viéndole horas con la mano tendida. Arguía que le pedía al mármol para acostumbrarse a recibir negativas. Zapatero nos ha hecho cínicos porque no nos ha dado nada más que maquillaje, ni siquiera avances sobre las libertades de las que tanto alardea. Ejerciendo de Don Tancredo ha postrado a España por décadas, y ha destruido el partido que tomó al abordaje con muchos menos méritos que un alcalde pedáneo. A Mariano Rajoy, cuando le toque, no habrá que concederle los corteses cien días de gracia, sino todo un año para poner otra vez el país en sus carriles. Con el gravísimo problema añadido, y quizás insoluble, de la «constitucionalización» de ETA en la política vasca, esa alteración mental de Zapatero, con Pascual Sala y parte del Tribunal Constitucional como cooperadores necesarios. Nos calza la tesis del comunista Gramsci: «Crisis es cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer»: estamos en crisis. Y Zapatero puede completar su currículo añadiendo que ha hecho bueno a Esquilache, a Felipe V, que reinaba de noche y aullando, y al Conde Duque de Olivares. Los «indignados» serán un asterisco a pie de página. Bienintencionados pero unocrónicos. No caben cambios constitucionales en tiempos de tribulación.
Martín Prieto
Félix Velasco - Blog

domingo, 22 de mayo de 2011

La zorra y las uvas - Fábula

Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la zorra iba cazando;
halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.

Causábala mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.

Miró, saltó y anduvo en probaduras,
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
«No las quiero comer. No están maduras».

No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento:
aplica bien el cuento,
y di: No están maduras, frescamente.
Félix María Samaniego
Félix Velasco - Blog

Discurso de Spencer Tracy al final de la película Adivina quién viene es...

La cucaracha




Voy a cantar un corrido
que anda en toditas las voces
de una mujer de la tropa
que todo el mundo conoce.
En el pueblo de Conejos
por unas calles muy tiestas
viene triste y derrotado
el valiente Antonio Zeta.
La cucaracha, la cucaracha,
ya no puede caminar,
porque le falta, porque no tiene
marihuana que fumar.
Iban los tres en silencio
sus pensamientos rumiando
mientras el destino ciego
los hilos iba tramando.
En los cascos del caballo
suena el polvo del camino,
ya se van, llora un cariño,
un cariño malogrado.
Ya el águila voló
ya el nopal quedó solito
el fruto de tus amores
ya no dista del olvido.
Ya murió la cucaracha,
ya la llevan a enterrar
entre cuatro zopilotes
y un gato de sacristán.
Y aquí termina el corrido
que cantó a la cucaracha.
Félix Velasco - Blog

sábado, 21 de mayo de 2011

Yo acuso - Emilio Zola

"Señor: Me permitís que, agradecido por la bondadosa acogida que me dispensasteis, me preocupe de vuestra gloria y os diga que vuestra estrella, tan feliz hasta hoy, esta amenazada por la más vergonzosa e imborrable mancha?
Habéis salido sano y salvo de bajas calumnias, habéis conquistado los corazones. Aparecisteis radiante en la apoteosis de la fiesta patriótica que, para celebrar la alianza rusa, hizo Francia, y os preparáis a presidir el solemne triunfo de nuestra Exposición Universal, que coronará este gran siglo de trabajo, de verdad y de libertad. ¡Pero qué mancha de cieno sobre vuestro nombre -iba a decir sobre vuestro reino- puede imprimir este abominable proceso Dreyfus! Por lo pronto, un consejo de guerra se atreve a absolver a Esterhazy, bofetada suprema a toda verdad, a toda justicia. Y no hay remedio; Francia conserva esa mancha y la historia consignará que semejante crimen social se cometió al amparo de vuestra presidencia.
Puesto que se ha obrado tan sin razón, hablaré. Prometo decir toda la verdad y la diré si antes no lo hace el tribunal con toda claridad.
Es mi deber: no quiero ser cómplice. Todas las noches me desvelaría el espectro del inocente que expía a lo lejos cruelmente torturado, un crimen que no ha cometido.
Por eso me dirijo a vos gritando la verdad con toda la fuerza de mi rebelión de hombre honrado. Estoy convencido de que ignoráis lo que ocurre. ¿Y a quién denunciar las infamias de esa turba malhechora de verdaderos culpables sino al primer magistrado del país?
Ante todo, la verdad acerca del proceso y de la condenación de Dreyfus.
Un hombre nefasto ha conducido la trama; el coronel Paty de Clam, entonces comandante. Él representa por sí solo el asunto Dreyfus; no se le conocerá bien hasta que una investigación leal determine claramente sus actos y sus responsabilidades. Aparece como un espíritu borroso, complicado, lleno de intrigas novelescas, complaciéndose con recursos de folletín, papeles robados, cartas anónimas, citas misteriosas en lugares desiertos, mujeres enmascaradas. Él imaginó lo de dictarle a Dreyfus la nota sospechosa, él concibió la idea de observarlo en una habitación revestida de espejos, es a él a quien nos presenta el comandante Forzineti, armado de una linterna sorda, pretendiendo hacerse conducir junto al acusado, que dormía, para proyectar sobre su rostro un brusco chorro de luz para sorprender su crimen en su angustioso despertar. Y no hay para que diga yo todo: busquen y encontrarán cuanto haga falta. Yo declaro sencillamente que el comandante Paty de Clam, encargado de instruir el proceso Dreyfus y considerado en su misión judicial, es en el orden de fechas y responsabilidades el primer culpable del espantoso error judicial que se ha cometido.
La nota sospechosa estaba ya, desde hace algún tiempo, entre las manos del coronel Sandherr, jefe del Negociado de Informaciones, que murió poco después, de una parálisis general. Hubo fugas, desaparecieron papeles (como siguen desapareciendo aún), y el autor de la nota sospechosa era buscado cuando se afirmó a priori que no podía ser más que un oficial del Estado mayor, y precisamente del cuerpo de artillería; doble error manifiesto que prueba el espíritu superficial con que se estudió la nota sospechosa, puesto que un detenido examen demuestra que no podía tratarse más que de un oficial de infantería.
Se procedió a un minucioso registro; examinándose las escrituras; aquello era como un asunto de familia y se buscaba al traidor en las mismas oficinas para sorprenderlo y expulsarlo. Desde que una sospecha ligera recayó sobre Dreyfus, aparece el comandante Paty de Clam, que se esfuerza en confundirlo y en hacerle declarar a su antojo.
Aparecen también el ministro de la Guerra, el general Mercier, cuya inteligencia debe ser muy mediana, el jefe de Estado Mayor, general Boisdeffre, que habrá cedido a su pasión clerical, y el general Gonse, cuya conciencia elástica pudo acomodarse a muchas cosas.
Pero en el fondo de todo esto no hay más que el comandante Paty de Clam, que a todos los maneja y hasta los hipnotiza, porque se ocupa también de ciencias ocultas, y conversa con los espíritus.
Parecen inverosímiles las pruebas a que se ha sometido al desdichado Dreyfus, los lazos en que se ha querido hacerle caer, las investigaciones desatinadas, las combinaciones monstruosas... ¡qué denuncia tan cruel!
¡Ah! Por lo que respecta a esa primera parte, es una pesadilla insufrible, para quien esta al corriente de sus detalles verdaderos.
El comandante Paty de Clam prende a Dreyfus y lo incomunica. Corre después en busca de la señora de Dreyfus y le infunde terror, previniéndola de que, si habla, su esposo está perdido. Entre tanto, el desdichado se arranca la carne y proclama con alaridos su inocencia, mientras la instrucción del proceso se hace como una crónica del siglo XV, en el misterio, con una terrible complicación de expedientes, todo basado en una sospecha infantil, en la nota sospechosa, imbécil, que no era solamente una traición vulgar, era también un estúpido engaño, porque los famosos secretos vendidos eran tan inútiles que apenas tenían valor. Si yo insisto, es porque veo en este germen, de donde saldrá más adelante el verdadero crimen, la espantosa denegación de justicia, que afecta profundamente a nuestra Francia. Quisiera hacer palpable cómo pudo ser posible el error judicial, cómo nació de las maquinaciones del comandante Paty de Clam y como los generales Mercier, Boisdeffre y Gonse, sorprendidos al principio, han ido comprometiendo poco a poco su responsabilidad en este error, que más tarde impusieron como una verdad santa, una verdad indiscutible, desde luego, solo hubo de su parte incuria y torpeza; cuando más, cedieran a las pasiones religiosas del medio y a prejuicios de sus investiduras. ¡Y vayan siguiendo las torpezas!
Cuando aparece Dreyfus ante el Consejo de Guerra, exigen el secreto más absoluto. Si un traidor hubiese abierto las fronteras al enemigo para conducir al emperador de Alemania hasta Nuestra Señora de París, no se hubieran tomado mayores precauciones de silencio y misterio.
Se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas y, naturalmente, la Nación se inclina llena de estupor, no halla castigo bastante severo, aplaudir la degradación pública, gozar viendo al culpable sobre su roca de infamia devorado por los remordimientos...
¿Luego es verdad que existen cosas indecibles, dañinas, capaces de revolver toda Europa y que ha sido preciso para evitar grandes desdichas enterrar en el mayor secreto? ¡No! Detrás de tanto misterio solo se hallan las imaginaciones románticas y dementes del comandante Paty de Clam. Todo esto no tiene otro objeto que ocultar la más inverosímil novela folletinesca. Para asegurarse, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante el Consejo de guerra.
¡Ah! ¡Cuánta vaciedad! Parece mentira que con semejante acta pudiese ser condenado un hombre. Dudo que las gentes honradas pudiesen leerlas sin que su alma se llene de indignación y sin que se asome a sus labios un grito de rebeldía, imaginando la expiación desmesurada que sufre la víctima en la Isla del Diablo.
Dreyfus conoce varias lenguas: crimen. En su casa no hallan papeles comprometedores; crimen. Algunas veces visita su país natal; crimen. Es laborioso, tiene ansia de saber; crimen. Si no se turba; crimen. Todo crimen, siempre crimen... Y las ingenuidades de redacción, ¡las formales aserciones en el vacío! Nos habían hablado de catorce acusaciones y no aparece más que una: la nota sospechosa. Es más: averiguamos que los peritos no están de acuerdo y que uno de ellos, M. Gobert, fue atropellado militarmente porque se permitía opinar contra lo que se deseaba. Háblase también de veintitrés oficiales, cuyos testimonios pasarían contra Dreyfus. Desconocemos aún sus interrogatorios, pero lo cierto es que no todos lo acusaron, habiendo que añadir, además, que los veintitrés oficiales pertenecían a las oficinas del Ministerio de la Guerra. Se las arreglan entre ellos como si fuese un proceso de familia, fijaos bien en ello: el Estado Mayor lo hizo, lo juzgó y acaba de juzgarlo por segunda vez.
Así, pues, solo quedaba la nota sospechosa acerca de la cual los peritos no estuvieron de acuerdo. Se dice que, en el Consejo, los jueces iban ya, naturalmente a absolver al reo, y desde entonces, con obstinación desesperada, para justificar la condena, se afirma la existencia de un documento secreto, abrumador; el documento que no se puede publicar, que lo justifica todo y ante el cual todos debemos inclinarnos: ¡el Dios invisible e incognoscible! Ese documento no existe, lo niego con todas mis fuerzas. Un documento ridículo, sí, tal vez el documento en que se habla de mujercillas y de un señor D... que se hace muy exigente, algún marido, sin duda, ¡que juzgaba poco retribuidas las complacencias de su mujer! Pero un documento que interese a la defensa nacional, que no puede hacerse público sin que se declare la guerra inmediatamente, ¡no! ¡No! Es una mentira, tanto mas odiosa y cínica, cuanto que se lanza impunemente sin que nadie pueda combatirla. Los que la fabricaron, conmueven el espíritu francés y se ocultan detrás de una legítima emoción; hacen enmudecer las bocas, angustiando los corazones y pervirtiendo las almas. ¡No conozco en la historia un crimen cívico de tal magnitud!
He aquí, señor Presidente, los hechos que demuestran cómo pudo cometerse un error judicial. Y las pruebas morales, como la posición social de Dreyfus, su fortuna, su continuo clamor de inocencia, la falta de motivos justificados, acaban de ofrecerlo como una víctima de las extraordinarias maquinaciones del medio clerical en que se movía, y del odio a los puercos judíos que deshonran nuestra época.
Y llegamos al asunto Esterhazy. Han pasado tres años y muchas conciencias permanecen turbadas profundamente, se inquietan, buscan, y acaban por convencerse de la inocencia de Dreyfus.
No historiaré las primeras dudas y la final convicción de M. Scheurer-Kestner. Pero mientras él rebuscaba por su parte, acontecían hechos de importancia en el Estado Mayor. Murió el coronel Sandherr y sucedióle como jefe del Negociado de informaciones, el teniente coronel Picquart, quien por esta causa, en ejercicio de sus funciones, tuvo un día ocasión de ver una carta telegrama dirigida al comandante Esterhazy por un agente de una potencia extranjera. Era su deber abrir una información y no lo hizo sin consultar con sus jefes, el general Gonse y el general Boisdeffre y luego con el general Billot, que había sucedido al de la Guerra. El famoso expediente Picquart, de que tanto se ha hablado, no fue más que el expediente Billot, es decir, el expediente instruido por un subordinado cumpliendo las órdenes del ministro, expediente que debe existir aún en el ministerio de la Guerra. Las investigaciones duraron de mayo a septiembre de 1896, y es preciso decir bien alto que el general Gonse estaba convencido de la culpabilidad de Esterhazy y que los generales Boisdeffre y Billot no ponían en duda que la célebre nota sospechosa fuera de Esterhazy. El informe del teniente coronel Picquart había conducido a esta prueba cierta. Pero el sobresalto de todos era grande, porque la condena de Esterhazy obligaba inevitablemente a la revisión del proceso Dreyfus; y el Estado Mayor a ningún precio quería desautorizarse.
Debió haber un momento psicológico de angustia suprema entre todos los que intervinieron en el asunto; pero es preciso notar que, habiendo llegado al ministerio el general Billot, después de la sentencia dictada contra Dreyfus, no estaba comprometido en el error y podía esclarecer la verdad sin desmentirse. Pero no se atrevió, temiendo acaso el juicio de la opinión pública y la responsabilidad en que habían incurrido los generales Boisdeffre y Gonse y todo el Estado Mayor. Fue un combate librado entre su conciencia de hombre y todo lo que suponía el buen nombre militar. Pero luego acabó por comprometerse, y desde entonces, echando sobre sí los crímenes de los otros, se hace tan culpable como ellos; es más culpable aún, porque fue árbitro de la justicia y no fue justo. ¡Comprended esto! Hace un año que los generales Billot, Boisdeffre y Gonse, conociendo la inocencia de Dreyfus, guardan para sí esta espantosa verdad. ¡Y duermen tranquilos, y tienen mujer e hijos que los aman!
El coronel Picquart había cumplido sus deberes de hombre honrado. Insistió cerca de sus jefes, en nombre de la justicia, suplicándoles, diciéndoles que sus tardanzas eran evidentes ante la terrible tormenta que se les venía encima, para estallar, en cuanto la verdad se descubriera. Moinsieur Scheurer-Kestner rogó también al general Billot que por el patriotismo activara el asunto antes de que se convirtiera en desastre nacional. ¡No! El crimen estaba cometido y el Estado Mayor no podía ser culpable de ello. Por eso, el teniente coronel Picquart fue nombrado para una comisión que lo apartaba del ministerio, y poco a poco fueron alejándose hasta el ejército expedicionario de África, donde quisieron honrar un día su bravura, encargándole una misión que le hubiera la vida en los mismos parajes donde el marqués de Mopres encontró la muerte. Pero no había caído aún en desgracia; el general Gonse mantenía con él una correspondencia muy amistosa. Su desdicha era conocer un secreto de los que no debieran conocerse jamás.
En París la verdad se abría camino, y sabemos ya de que modo la tormenta estalló. M. Mathieu Dreyfus denunció al comandante Esterhazy como verdadero autor de la nota sospechosa; mientras M.Scheurer-Kestner depositaba entre las manos del guardasellos una solicitud pidiendo la revisión del proceso. Desde ese punto el comandante Esterhazy entra en juego. Testimonios autorizados lo muestran como loco, dispuesto al suicidio, a la fuga. Luego, todo cambia, y sorprende con la violencia de su audaz actitud. Había recibido refuerzos: un anónimo advirtiéndole los manejos de sus enemigos; una dama misteriosa que se molesta en salir de noche para devolver un documento que había sido robado de las oficinas militares y que le interesaba conservar para su salvación. Comienzan de nuevo las novelerías folletinescas, en la que reconozco los medios ya usados por la fértil imaginación del teniente coronel Paty de Clam. Su obra, la condenación de Dreyfus, peligraba, y sin duda quiso defenderla. La revisión del proceso era el desquiciamiento de su novela folletinesca, tan extravagante como trágica, cuyo espantoso desenlace se realiza en la Isla del Diablo. Y esto no podía consentirlo. Así comienza el duelo entre el teniente coronel Picquart, a cara descubierta, y el teniente coronel Paty de Clam, enmascarado. Pronto se hallarán los dos ante la justicia civil. En el fondo no hay más que una cosa: el Estado Mayor defendiéndose y evitando confesar su crimen, cuya abominación aumenta de hora en hora.
Se ha preguntado con estupor cuáles eran los protectores del comandante Esterhazy. Desde luego, en la sombra, el teniente coronel Paty de Clam, que ha imaginado y conducido todas las maquinaciones, descubriendo su presencia en los procedimientos descabellados. Después los generales Boisdeffre, Gonse y Boillot, obligados a defender al comandante, puesto que no pueden consentir que se pruebe la inocencia de Dreyfus, cuando este acto habría de lanzar contra las oficinas de la Guerra el desprecio del público. Y el resultado de esta situación prodigiosa es que un hombre intachable, Picquart, el único entre todos que ha cumplido con su deber, será la víctima escarnecida y castigada. ¡Oh justicia! ¡Que triste desconsuelo embarga el corazón! Picquart es la víctima, se lo acusa de falsario y se dice que fabricó la carta telegrama para perder a Esterhazy. Pero, ¡Dios mío!, ¿por qué motivo? ¿Con qué objeto? Que indiquen una causa, una sola. ¿Estar pagado por los judíos? Precisamente Picquart es un apasionado antisemita. Verdaderamente asistimos a un espectáculo infame; para proclamar la inocencia de los hombres cubiertos de vicios, deudas y crímenes, acusan un hombre de vida ejemplar. Cuando un pueblo desciende a esas infamias, esta próximo a corromperse y aniquilarse.
A esto se reduce, señor Presidente de la república, el asunto Esterhazy, un culpable a quien se trata de salvar haciéndole parecer inocente, hace dos meses que no perdemos de vista esa interesante labor. Y abrevio porque solo quise hacer el resumen, a grandes rasgos, de la historia cuyas ardientes páginas un día serán escritas con toda extensión. Hemos visto al general Pellieux, primero, y al comandante Ravary, mas tarde, hacer una información infame, de la cual han de salir transfigurados los bribones y perdidas las gentes honradas. Después se ha convocado al Consejo de Guerra. ¿Cómo se pudo suponer que un Consejo de Guerra deshiciese lo que había hecho un Consejo de Guerra?
Aparte la fácil elección de los jueces, la elevada idea de disciplina que llevan esos militares en el espíritu, bastaría para debilitar su rectitud. Quien dice disciplina dice obediencia. Cuando el ministro de la guerra, jefe supremo, ha declarado públicamente y entre las aclamaciones de la representación nacional, la inviolabilidad absoluta de la cosa juzgada, ¿queréis que un Consejo de Guerra se determine a desmentirlo formalmente? Jerárquicamente no es posible tal cosa. El general Billot, con sus declaraciones, ha sugestionado a los jueces que han juzgado como entrarían en fuego a una orden sencilla de su jefe: sin titubear. La opinión preconcebida que llevaron al tribunal fue sin duda esta: "Dreyfus ha sido condenado por crimen de traición ante un Consejo de Guerra; luego es culpable y nosotros, formando un Consejo de Guerra, no podemos declararlo inocente. Y como suponer culpable a Esterhazy, sería proclamar la inocencia de Dreyfus, Esterhazy debe ser inocente".
Y dieron el inocuo fallo que pesará siempre sobre nuestros Consejos de Guerra, que hará en adelante sospechosas todas sus deliberaciones. El primer Consejo de guerra pudo equivocarse; pero el segundo ha mentido. El jefe supremo había declarado la cosa juzgada inatacable, santa, superior a los hombres, y ninguno se atrevió a decir lo contrario. Se nos habla del honor del ejército; se nos induce a respetarlo y amarlo. Cierto que sí; el ejército que se alzará en cuanto se nos dirija la menor amenaza, que defenderá el territorio francés, lo forma todo el pueblo, y solo tenemos para el ternura y veneración. Pero ahora no se trata del ejército, cuya dignidad justamente mantenemos en el ansia de justicia que nos devora; se trata del sable, del señor que nos darán acaso mañana. Y besar devotamente la empuñadura del sable del ídolo. ¡No, eso no!
Por lo demás queda demostrado que el proceso Dreyfus no era mas que un asunto particular de las oficinas de guerra; un individuo del Estado Mayor, denunciado por sus camaradas del mismo cuerpo, y condenado, bajo la presión de sus jefes.
Por lo tanto, lo repito, no puede aparecer inocente sin que todo el Estado mayor aparezca culpable. Por esto las oficinas militares, usando todos los medios que les ha sugerido su imaginación y que les permiten sus influencias, defienden a Esterhazy para hundir de nuevo a Dreyfus. ¡Ah!, que gran barrido debe hacer el Gobierno republicano en esa cueva jesuítica (frase del mismo general Billot). ¿Cuándo vendrá el ministerio verdaderamente fuerte y patriota, que se atreva de una vez a refundirlo, y renovarlo todo? Conozco a muchas gentes que, suponiendo posible una guerra, tiemblan de angustia, ¡porque saben en qué manos esta la defensa nacional! ¡En qué albergue de intrigas, chismes y dilapidaciones se ha convertido el sagrado asilo donde se decide la suerte de la patria! Espanta la terrible claridad que arroja sobre aquel antro el asunto Dreyfus; el sacrificio humano de un infeliz, de un puerco judío. ¡Ah! se han agitado allí la demencia y la estupidez, maquinaciones locas, prácticas de baja policía, costumbres inquisitoriales; el placer de algunos tiranos que pisotean la nación, ahogando en su garganta el grito de verdad y de justicia bajo el pretexto, falso y sacrílego, de razón de estado.
Y es un crimen más apoyarse con la persona inmunda, dejarse defender por todos los bribones de París, de manera que los bribones triunfen insolentemente, derrotando el derecho y la probidad. Es un crimen haber acusado como perturbadores de Francia a cuantos quieren verla generosa y noble a la cabeza de las naciones libres y justas, mientras los canallas urden impunemente el error que tratan de imponer al mundo entero. Es un crimen extraviar la opinión con tareas mortíferas que la pervierten y la conducen al delirio. Es un crimen envenenar a los pequeños y a los humildes, exasperando las pasiones de reacción y de intolerancia, y cubriéndose con el antisemitismo, de cuyo mal morirá sin duda la Francia libre, si no sabe curarse a tiempo. Es un crimen explotar el patriotismo para trabajos de odio; y es un crimen, en fin, hacer del sable un dios moderno, mientras toda la ciencia humana emplea sus trabajos en una obra de verdad y de justicia.
¡Esa verdad, esa justicia que nosotros buscamos apasionadamente, las vemos ahora humilladas y desconocidas! Imagino el desencanto que padecerá sin duda el alma de M. Scheurer-Kestner, y lo creo atormentado por los remordimientos de no haber procedido revolucionariamente el día de la interpelación en el Senado, desembarazándose de su carga, para derribarlo todo de una vez. Creyó que la verdad brilla por si sola, que se lo tendría por honrado y leal, y esta confianza lo ha castigado cruelmente. Lo mismo le ocurre al teniente coronel Picquart que, por un sentimiento de dignidad elevada, no ha querido publicar las cartas del general Gonse; escrúpulos que lo honran de tal modo que, mientras permanecía respetuoso y disciplinado, sus jefes lo hicieron cubrir de lodo instruyéndole un proceso de la manera mas desusada y ultrajante. Hay, pues, dos víctimas; dos hombres honrados y leales, dos corazones nobles y sencillos, que confiaban en Dios, mientras el diablo hacia de las suyas. Y hasta hemos visto contra el teniente coronel Picquart este acto innoble: un tribunal francés consentir que se acusara públicamente a un testigo y cerrar los ojos cuando el testigo se presentaba para explicar y defenderse. Afirmo que esto es un crimen más, un crimen que subleva la conciencia universal. Decididamente, los tribunales militares tienen una idea muy extraña de la justicia.
Tal es la verdad, señor Presidente, verdad tan espantosa, que no dudo quede como una mancha en vuestro gobierno. Supongo que no tengáis ningún poder en este asunto, que seáis un prisionero de la Constitución y de la gente que os rodea; pero tenéis un deber de hombre en el cual meditaréis cumpliéndolo, sin duda honradamente. No creáis que desespero del triunfo; lo repito con una certeza que no permite la menor vacilación; la verdad avanza y nadie podrá contenerla.
Hasta hoy no principia el proceso, pues hasta hoy no han quedado deslindadas las posiciones de cada uno; a un lado los culpables, que no quieren la luz; al otro los justicieros que daremos la vida porque la luz se haga. Cuanto más duramente se oprime la verdad, más fuerza toma, y la explosión será terrible. Veremos como se prepara el más ruidoso de los desastres.
Señor Presidente, concluyamos, que ya es tiempo.
Yo acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante -quiero suponer inconsciente- del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres años después con maquinaciones descabelladas y culpables.
Acuso al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo.
Acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al Estado Mayor comprometido.
Acuso al general Boisdeffre y al general Gonse por haberse hecho cómplices del mismo crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo, que hace de las oficinas de Guerra un arca santa, inatacable.
Acuso al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia.
Acuso a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de ceguera de los ojos y del juicio.
Acuso a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en L'Éclair y en L'Echo de París. una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública.
Y por último: acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un acusado fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra, por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver conscientemente a un culpable.
No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales.
En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia.
Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente.
Así lo espero."
Emilio Zola
Discurso dirigido al Presidente de la República Francesa
Félix Velasco - Blog

Democracia enferma

La principal enfermedad de la democracia es el amancebamiento entre los tres grandes poderes del Estado.
Félix Velasco - Blog

viernes, 20 de mayo de 2011

Brazos en alto

Uno de los muchachos acampados con los «indignados» en la madrileña Puerta del Sol proclamó en un telediario la idea simple y crucial de que lo que se necesita en España no es que se hagan cosas legales, sino cosas justas. Se trataba de una clara alusión a que la legalidad es a menudo la causa de muchas injusticias y supone una seria advertencia de los «indignados» al reclamar que por fin en España alguien se tome en serio la tarea apremiante de procurar que lo legal coincida con lo justo. No hará falta advertir que no hay una sola dictadura que no se base en cierta clase de legalidad, aunque sea a expensas de perjudicar la esencia de la justicia. A la democracia llegamos hace más de treinta años en España gracias a la conculcación de la legalidad vigente en la dictadura de Franco. Vivimos ahora en un agradable régimen de libertades, es cierto, pero no hemos desterrado del todo algunos de los nocivos hábitos de entonces, de cuando en España el hijo del farmacéutico heredaba la farmacia y la hija de la portera heredaba casi sin remedio la portería. A cambio de haber contenido la expansión de cierta oligarquía aristocrática, el sistema político consagró entre nosotros la existencia de castas políticas que nacieron en el seno de los partidos y acabaron apoderándose de ellos. Esas castas propiciaron la irrupción de una nueva aristocracia del dinero fresco y la implantación de un nepotismo político y económico que al instalarse en el Poder amenaza con acaparar las riendas del Estado. Al amparo de esa perversión de la democracia han proliferado la inmoralidad política y una corrupción que pudre las estructuras de una democracia que se creía sólida, igual que destruyen con su tenacidad las termitas los retablos de las iglesias. Con razón piden los «indignados» la adopción urgente de listas electorales abiertas. Muchos políticos profesionales admiten que es necesario hacerlo, pero aquí nadie ignora que no lo harán porque las listas cerradas les ayudan a perpetuarse en puestos que ellos trasmiten a sus descendientes casi en el paquete ordinario de la herencia. Por eso tienen los «indignados» la sensación de que en España el sentido de la democracia ha sido invertido y creen que las elecciones en cierto modo sólo sirven para que la sociedad civil ejerza irónicamente su extraño derecho a perder la libertad. Como les ocurre a los «indignados», también yo me siento insultado por quienes con su codicia o con su demagogia han corrompido la democracia y, también como ellos, me siento atracado. Por eso cada vez que veo una urna, de manera instintiva me entran ganas de acercarme a ella con los brazos en alto.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog

Montaje real

Que hay razones objetivas para que jóvenes, parados, empresarios, trabajadores, estudiantes y ciudadanos en general protesten ante la actual situación de España, es algo evidente que conviene no olvidar. Que, además, hay motivos sobrados para pedir que nuestra democracia mejore en cuestiones clave como la división de poderes, la democracia interna de los partidos, las listas abiertas, la limitación de mandatos a los gobernantes o la expulsión de los políticos corruptos, también es una realidad. Partiendo de ambas cuestiones, amén de otras que eventualmente se pueden añadir, es lógico que quienes aman a su país y quieren convertirlo en una nación cada vez más justa, salgan a la calle para expresar sus sentimientos y llamar la atención de quienes nos gobiernan.
Razones hay para protestar y para exigir que mejoren las cosas en todos los aspectos. El problema es cuando se comprueba que buena parte de los que están detrás de esas concentraciones «espontáneas» son militantes de la izquierda más rancia y anquilosada, radicales que convierten la protesta en soflama a favor de partidos o coaliciones como Izquierda Unida, montajes que bajo el bonito y aparente nombre de «democracia real», lo que plantean de verdad es un escenario con las mismas recetas que han fracasado allí donde se han implantado: más Estado, nacionalización de la Banca y más subvenciones públicas. Produce pavor comprobar cómo un movimiento en apariencia puro, favorable a lograr más cotas de democracia, independencia de la justicia y elecciones directas de candidatos al margen de las jerarquías de los partidos, puede estar también intervenido e infiltrado por la misma gente ultra de la izquierda mohosa que conocemos, representada por personajes tan poco recomendables como el pro-castrista Willy Toledo o la pro-soviética Pilar Bardem.
La constatación registral de que detrás de «democracia-real-ya» hay un miembro de una de las escisiones de IU, habitual entre los «blogueros socialistas», no puede ser más preocupante. Aunque peor aún es lo que se atisba. ¿A quién beneficia?, nos preguntamos. Tal y como está planteado, al Ejecutivo, por lo siguiente: la protesta de Sol apunta al «sistema» como culpable. La crisis, dicen sus voceros, no es responsabilidad del PSOE, que es quien gobierna, sino «del PSOE y del PP». Por tanto piden que, amén de no votar al PSOE, tampoco se vote al PP. Como al PSOE ya no le iban a votar de por sí, por razones obvias, al que perjudican con claridad es al PP. Y a quienes benefician, a partidos o coaliciones como IU o ERC o Bildu, a los que curiosamente sí que se puede votar. Pero ojo, porque también benefician al PSOE, porque este partido con quien suele pactar es con los anteriores.
Todo bastante claro y decepcionante, por cierto. Los comunistas, izquierdistas, antisistema y procastristras habituales quieren aprovechar la buena intención de mucha gente que desea que esto cambie de verdad. Y repiten hasta la misma y antidemocrática maniobra de convocar una manifestación el día de reflexión para influir en las elecciones. Igual el que nos puede iluminar sobre lo que ocurre es el omnipresente Rubalcaba. Él sí que sabe.
José Antonio Vera
Félix Velasco - Blog

¿En Sol?

Los «indignados» han tomado la Puerta del Sol. En un principio, sentí simpatía hacia ese movimiento. La perdí cuando el presumible actor Guillermo Toledo se sumó a los acampados y éstos lo aceptaron como uno más. Lo que parecía una protesta lógica y comprensible –cinco millones de parados y una generación con el futuro negro–, se ha convertido en un juguete de la izquierda radical. Penélope Cruz ha sido buenísima con ellos. «Los tengo en mi corazón», ha dicho. Con todos los acampados en su corazón, ha ingresado en la sala de espera de Primera Clase del aeropuerto de Barajas para volar a Los Ángeles. Excesivo peso en su corazón para vuelo tan largo. 
Aun así, y a pesar de la manipulación de la izquierda radical, entiendo la desesperanza de los acampados, y también su indignación. Lo que no comprendo es que hayan elegido la Puerta del Sol para reunirse en la indignación. La economía española ha registrado una subida del 0,3 % en el primer trimestre del año. Una subida retaca. La economía madrileña ha subido en ese mismo período un 0,7% y un 1,8% en el cómputo interanual. Cifra que responde plenamente a la recuperación en la Unión Europea. Pero los indignados han elegido precisamente la Puerta del Sol, donde se ubica la sede de la presidencia de la Comunidad de Madrid para hacer visible su protesta. ¿Por qué en Sol? En el entorno del Palacio de La Moncloa hay más espacio para acampar que en Sol. El responsable del desastre económico de España, de los cinco millones de parados y del túnel sin salida del porvenir de nuestra juventud, habita y hace que trabaja en el Palacio de la Moncloa. ¿Por qué en Sol y no en La Moncloa? ¿Por qué en Sol y no ante la sede de Economía y Hacienda? ¿Por qué en Sol y no ante el despacho de Rubalcaba, corresponsable del desencanto? ¿Por qué en Sol y no ante las sedes de Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores, los sindicatos de clase mansos y obedientes, que han permitido al Gobierno mucho más que lo permisible con la boca callada a cambio de millonarias dádivas y subvenciones? No pongo en duda la sobrada razón que tienen para protestar los acampados. Pongo en duda la oportunidad en la elección del lugar. ¿Casualidad o manipulación? Me temo que lo segundo. Cuando un movimiento nace de la espontaneidad, no se deja instrumentalizar por los oportunistas de siempre. Mañana estarán ahí todos los de la Ceja. Resulta sorprendente que Zapatero, Blanco, Rubalcaba, Pajín y compañía hayan aprovechado la situación para pedir el voto a las víctimas de su política económica y social. Son maestros en embarullar sus propios barullos. 
En ese movimiento juvenil y espontáneo hay inteligencia, preparación y muchos motivos para la protesta. Se ha manifestado apolítico. Sería interesante que sus promotores cortaran el paso a quienes se aprovechan de ellos y convierten en sospechosas sus claridades. La izquierda radical es muy competente cuando se trata de infiltrar a los suyos y cambiar los esquemas, la ética y la estética de un movimiento popular. Una prueba irrefutable. Todos los detenidos por alterar el orden público y aprovechar la confusión para destrozar el mobiliario urbano tienen antecedentes. Expúlsenlos de entre ustedes. No permitan que sus razones y sus reivindicaciones se sometan a los violentos profesionales. Y con todo el respeto que la verdad de los «indignados» me merece, cambien el lugar de sus protestas. El Palacio de La Moncloa está a dos pasos. No es Esperanza Aguirre la culpable de sus desesperanzas. Y mucha suerte.
Alfonso Ussía
Félix Velasco - Blog

jueves, 19 de mayo de 2011

Érase una vez el hombre



Félix Velasco - Blog

Nuestra forma de votar

Gtres
VOTO EN BLANCO
Se considera votar en blanco cuando se acude al colegio electoral (o se vota por correo) y se deposita en la urna un sobre que no contiene ninguna papeleta.
El voto en blanco es fruto de una reflexión sobre la clase política, normalmente de un ciudadano concienciado que se esfuerza en trasladar su poco interés por la oferta electoral. Es decir, acepta el sistema, pero no le convence ninguna de las formaciones que concurren. De hecho, en España se ha constituido un movimiento -Ciudadanos en Blanco- que defiende el cómputo de estos sufragios en el reparto de escaños con el objetivo de dejarlos vacíos.
Pero, mientras la Ley Electoral no se modifique -y no tiene visos de que así vaya a ser- los votos en blanco sí afectan al resultado final, en perjuicio de los partidos minoritarios. Suman en el total de sufragios sobre el que se calcula la distribución de escaños y, en consecuencia, elevan el listón electoral mínimo para entrar.
En las elecciones generales, un partido necesita el 3% del total de votos para obtener representación. En los comicios locales, este 'listón' sube hasta el 5%. Por ejemplo, para que un partido esté en las Cortes Valencianas, si han acudido a las urnas dos millones de personas, necesita 100.000 votos. Pero si además hay 150.000 sufragios en blanco, precisa 7.500 más. Por eso se suele decir que el voto en blanco favorece a los partidos mayoritarios.
¿Qué sucedería si en unas elecciones ganara el voto en blanco? En principio, nada. Ganaría el que más votos al uso obtuviera. Muy interesante resulta la reflexión al respecto que José Saramago hizo en "Ensayo sobre la lucidez", donde imaginó cuál sería la reacción de los gobernantes ante una 'revolución' de estas características. En la recreación del Nobel portugués, los políticos no salen muy bien parados: optan por la dictadura y la represión.
VOTO NULO
La legislación se ha endurecido en este aspecto y ahora se considera nulo el voto que no tenga sobre o el que teniéndolo contenga más de una papeleta de distintas candidaturas.
También se consideran nulos aquellos en los que se modifique, añada o tache el nombre de los candidatos, o en los que aparezca cualquier alteración intencionada, como una raya o una expresión. Todas estas prohibiciones afectan tanto a la papeleta como al sobre.
Los votos nulos no tienen ninguna consecuencia electoral. No suman. Al final del escrutinio se da fe de cuántos se han producido y ya está. Entonces, ¿a quién beneficia? Según Antonio Luis Martínez Pujalte, coordinador de la campaña electoral del PP en Elche, "es difícil de decir, el voto no se cuenta a ningún efecto, pero diría que perjudica al partido ganador en las elecciones".
ABSTENCIÓN
La abstención es la alternativa de los más descontentos, de aquellos a los que no sólo no convence ninguna opción política, sino que no comulgan con un sistema que consideran poco representativo. También es la opción de los desapegados, de aquellos que sienten que, voten o no, las cosas van a seguir igual, y por lo tanto, no 'pierden su tiempo' en acudir al colegio.
La abstención y la no participación es lo mismo. Es decir, supone no introducir ninguna papeleta en una de las dos urnas -la autonómica o la local- o no ir al colegio electoral.
No obstante, aunque las cifras de abstención suponen a veces la mitad del electorado, la ley considera los resultados legítimos, incluso si están avalados sólo por un 30% de los votantes.
No está claro a quién beneficia o perjudica la abstención, si bien los estudios detectan que suele afectar más al votante de izquierda, que se moviliza menos.
#NOLESVOTES
La iniciativa civil #nolesvotes aboga por que "no se vote a los partidos que responden a intereses distintos a los de la ciudadanía: PP, PSOE y CiU". El movimiento recomienda que en su lugar se examinen otras opciones. No pide el voto para ninguna opción concreta, ni tampoco aboga por la abstención.
Es su manera de protestar contra una ley electoral que consideran "ha sido blindada a la medida de los grandes partidos al penalizar desmesuradamente la representación de las minorías". 
LA LEY D'HONT
Esta fórmula, que data del siglo XIX, determina el reparto de escaños en el sistema electoral español. Se basa en una sistema de asignación proporcional que busca garantizar la representación de las minorías territoriales, para lo que 'premia' la concentración de votos. Así, termina favoreciendo a los grandes partidos nacionales y a los nacionalistas, en detrimento de las formaciones pequeñas.
Especialmente elocuente resulta el caso de Izquierda Unida, formación que con casi un millón de votos (repartidos por todo el territorio nacional) sólo cuenta con dos escaños, frente a los 11 de CiU (774.317 votos) o los cinco del PNV (303.246). Partidos como el BNG (209.000 votos) o Coalición Canaria (164.000) tienen los mismos escaños que la coalición liderada por Cayo Lara, pese a que el número de sufragios registrado es ostensiblemente inferior.
El Mundo
Félix Velasco - Blog

Ibertren


Horas y horas mirando y cambiando de vías.
Félix Velasco - Blog
Detrás de esa gente están el paro, el hambre, la injusticia, el caciquismo, el nepotismo, las castas familiares domiinantes de la vida pública, los expolíticos encaramados con sueldos millonarios en los consejos de administración... todo eso es lo que mueve a la gente, aunque haya quien prefiere culpar a la dichosa "mano negra", cuya identidad, por cierto, luego jamás descubren.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog
Es en el bloqueo de esas listas donde reside la perversión de la democracia. Los partidos funcionan de manera hermétida y endomámica, pervertidos por el nepotismo, verdadero cáncer de cualquier democracia.

José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog
Si queremos verdades, los partidos tal como funcionan en España no son el modelo a imitar. Lo que hacen los partidos es reconducir el rio de la democracia haciédolo pasar por su embudo.
José Luis Alvite
Félix Velasco - Blog

El complejo de Luisa Fernanda

Hace décadas que llegué a la conclusión de que el arte es un reflejo mucho más fidedigno del alma de una cultura que las proclamas de los reyes. Reflexionaba esto mismo el sábado pasado mientras asistía a una representación de Luisa Fernanda. Considerada una de las mejores zarzuelas, también se ha repetido que es la única que tiene una conclusión equivocada. Juzguen ustedes. Luisa Fernanda es una joven que vive en Madrid con su padre y que bebe los vientos por el oficial Javier Moreno. Antiguo mozo de caballerizas, ambicioso y ansioso de subir en la escala social, Moreno no duda en engañar a Luisa Fernanda con la duquesa Carolina. El disgusto sufrido por la joven lo aprovecha Vidal Hernando, un hacendado, para acercarse a Luisa Fernanda con la intención de convertirla en su esposa. Hombre hecho a sí mismo y que no pertenece a la nobleza ni aspira a alternar con ella, Hernando decide incluso apoyar la causa liberal simplemente porque Moreno es absolutista. Al estallar la revolución de 1868, Vidal puede matar a Moreno de un tiro, pero se limita a derribar su caballo. Cuando Moreno cae en manos de los liberales –que quieren ejecutarlo–, Vidal se interpone y logra salvarle la vida por segunda vez en el mismo día. Pero entonces se produce un cambio dramático en la situación. Una carga de los húsares aplasta a los rebeldes y Javier pretende con saña que se ejecute a Vidal. Sólo el que uno de los revolucionarios insista en responsabilizarse de lo sucedido salva al hacendado. Moreno, resentido porque no ha logrado dar muerte a quien lo salvó dos veces, desprecia en público a Luisa Fernanda y se va con la duquesa. La joven se abraza entonces a Vidal y cae el telón. Seguramente, ahí debía haber terminado la zarzuela, pero continúa un acto más. Cuando está a punto de contraer matrimonio con Vidal, Javier aparece tras ser derrotado y dice a Luisa Fernanda que la ama, y se la lleva ante la mirada consternada de Hernando que no quiere interponerse en un amor. No tengo duda alguna de que una parte notable de la sociedad española padece el complejo de Luisa Fernanda. Por pura sensatez, debería unir su vida a opciones de solvencia, nobleza, lealtad y bienestar. Sin embargo, prefiere a personajes que encarnan el resentimiento social, que carecen de dignidad, que se despepitan por coquetear con la jet set, que carecen de escrúpulos y que se vengan con saña de los que no los laminaron en su día como han tenido ocasión de ver, entre otros, Federico Trillo o José María Aznar. De vez en cuando, los Javier Moreno son derrotados por sentido común, pero su carrera no termina. Tras los GAL, un 24% de paro, la aniquilación del sistema educativo y la ruina económica, regresaron con ZP más obtusos, chulos, incompetentes y resentidos que nunca, y la España que tiene complejo de Luisa Fernanda volvió a votarlos. Todo parece indicar que el 22 de mayo, el PSOE sufrirá un revolcón considerable. No me tranquiliza. Hay suficientes españoles con complejo de Luisa Fernanda como para votarlos de nuevo el próximo año. Y es que yo lo siento mucho, pero si tuviera que definir de manera adecuada a Luisa Fernanda, diría pura, lisa y llanamente que es «tonta del culo».
César Vidal
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Lo malo es que la ranura de la urna es la entrada al cajero automático de cualquier banco. El dinero es lo que está detrás de esta democracia pervertida.
José Luis Alvite
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miércoles, 18 de mayo de 2011

Movimiento 15-M: Títeres de la izquierda

Basta echar un vistazo a las propuestas de Democracia Real YA –la plataforma ciudadana que promovió las manifestaciones del pasado domingo en más de 60 ciudades de España– para darse cuenta de que, lejos de ser un legítimo, espontáneo y transversal movimiento de protesta contra la falta de alternativas y de soluciones que ofrece nuestra clase política, se trata de un movimiento muy bien organizado por parte de la izquierda para apropiarse del justificado malestar social y proponer políticas aún peores que los problema que ya padecemos.
Más que a un mayor grado de democracia, a lo que parecería que aspiran los miembros de Democracia Real YA es a una adulteración de la misma. No en vano, la democracia no entiende de adjetivos, sean éstos real, orgánica o social. Siempre que se quiere matizar su clarísimo significado original asociándolo a diversos calificativos, sólo cabe descubrir un subyacente deseo por socavarla.
No es de extrañar, por tanto, que partidos como IU o el PSOE hayan querido sacar rédito de esta protesta ciudadana –por ejemplo, vinculándose a través de su página web con el manifiesto de la plataforma–, como si estos partidos no formaran parte de esa clase política que es legítimamente percibida por los ciudadanos como el tercer principal problema de nuestro país, o como si esta plataforma ciudadana de izquierdas no promoviera las ideas que en gran parte son responsables de la crisis que padecemos.
La izquierda es experta en el agitprop y en valerse electoralmente de la crispación, como bien quedó demostrado con los movimientos, también falsamente espontáneos, del "Nunca mais", el "Hay motivo" o el "No a la guerra". Ahora, con casi cinco millones de parados, y ante la nula iniciativa del principal partido de la oposición para liderar el malestar ciudadano, es evidente que esa izquierda quiere ocupar semejante vacío, aunque ello suponga convertir una protesta a favor de la democracia en una destinada a pervertir sus bases y a mejorar las perspectivas electorales del PSOE.
Editorial - Libertad Digital 
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Democracia de baja calidad

Sin dinero en las arcas de ayuntamientos y autonomías y sin ideas en el caletre de sus gestores políticos, esta campaña sólo podía basarse en vulgaridades genéricas, que de eso anda siempre bien surtida nuestra dirigencia. Los socialistas se han aferrado a la monserga de la extrema derecha y los populares a la ecuación Zapatero=Paro, un cruce de consignas banales y de trazo grueso que irrita a quienes ya están hartos de cháchara. Cómo los agentes públicos sólo hablan para sus propias aficiones, mucha gente ha empezado a desengancharse por el peligroso camino del nihilismo antisistema, soñando con una presunta «democracia real» que atisban más en twitterque en las urnas. Los calificativos sobre la democracia —orgánica, popular, real— suelen resultar sospechosos, pero en todo caso ese descontento heterogéneo es muy combustible y la clase política está en el centro de la probable hoguera. El incipiente movimiento de protesta tiene músculo aunque le faltan por ahora propuestas concretas que cristalicen su desencanto; como les dé por promover el voto en blanco la nomenclatura oficial va a tener que tentarse la ropa.
Por el momento todo lo que se les ocurre a los profesionales de la política ante una sacudida social en ciernes es tratar de apropiársela o de dirigirla contra el adversario para que no perjudique sus propias expectativas de voto. No se dan cuenta de que los están cuestionando a todos ellos juntos porque mucha gente ya no aprecia diferencias en un discurso ventajista, maniqueo y simplón. Esta movida, llegue donde llegue, que igual es a ninguna parte, la ha provocado la esclerosis a que los partidos y sus dirigentes están llevando al sistema. El paroxismo de esa atrofia lo simboliza una campaña inane cuyos protagonistas, enfrascados en una lucha puerta a puerta por el poder, han olvidado que hay montones de españoles asfixiados de problemas a los que nadie está prestando la atención que merecen. O se los trata como contribuyentes o como electores, pero no como completos ciudadanos.
El vuelo que pueda alcanzar esta embrionaria protesta será responsabilidad de quienes no sepan darle cauce. En vísperas de una jornada electoral la clase política siente pánico a las distorsiones que no tiene bajo control. El peligro principal consiste en que las redes sociales no hagan jornada de reflexión y articulen una crecida contestataria de imprevisibles efectos; en esas zonas convulsas siempre se mueven mejor los agitadores de oficio, pero esta abigarrada peña que acampa en las plazas no tiene pinta de ser gente que se deje utilizar. Por inoportuno que parezca su ruido alguien debería escucharlo y ofrecer alternativas de regeneración. La democracia real ya existe y es ésta, la del sufragio universal libre, pero la calidad de sus mecanismos de representación resulta manifiestamente mejorable.
Ignacio Camacho
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martes, 17 de mayo de 2011

La tortuga en el poste

Un joven está paseando por la plaza de un pueblo y decide tomar un descanso. 
Se sienta en un banco... al lado hay un señor de más edad y comienzan a conversar sobre el país, el gobierno y finalmente sobre los políticos, alcaldes y concejales.
El señor mayor le dice al joven:
- "¿Sabe? LOS POLITICOS SON COMO UNA TORTUGA EN UN POSTE."
Después de un breve lapso, el joven responde:
- "No comprendo bien la analogía... ¿Qué significa éso?"
Entonces, el señor le explica: 
- "Si vas caminando por el campo y ves una tortuga encima de un poste de alambrado de espinos haciendo equilibrio, ¿qué se te ocurre?" 
Viendo la cara de incomprensión del joven, continúa con su explicación: 
  1. - "No entenderás cómo llegó ahí.
  2. - No podrás creer que esté ahí.
  3. - Sabrás que no pudo haber subido sola ahí.
  4. - Estarás seguro que no debería estar ahí.
  5. - Serás consciente que no va a hacer nada útil mientras esté ahí."
Entonces lo único sensato sería ayudarla a bajar."
(Gracias, Gloria)
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lunes, 16 de mayo de 2011

Balada para Adelina - Richard Clayderman

Johnny Guitar (Cover)

Verde, ¿pero a costa de quién?

La semana pasada los ecologistas conmemoraron el Dia Mundial contra la Malaria. Mientras tanto, miles de niños africanos murieron de malaria (o paludismo).
Puede que, mientras estos activistas sienten que están salvando al mundo, en realidad están haciendo caso omiso a la mejor solución para el problema de la malaria de África: El uso del DDT para eliminar al mosquito anófeles.
Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) volvió a promocionar el uso del DDT en septiembre de 2006 –al darse cuenta de que el DDT tenía el mejor récord, salvando las vidas de 500 millones de niños africanos– los ecologistas siguen poniendo el énfasis en el uso de las mosquiteras para camas. El uso del DDT prácticamente erradicó la enfermedad en Europa y América del Norte hace 50 años, pero un niño africano muere hoy cada 45 segundos debido a la malaria.
Suministrar mosquiteras para camas a africanos subsaharianos ha tenido poquísimo éxito en el nivel de protección necesario contra los mosquitos.
El Banco Mundial va pregonando como algo bueno de que el 50% de niños en Zambia ahora duerme protegido por una mosquitera, pero ¿qué pasa con la otra mitad que se queda indefensa ante una enfermedad asesina? La República Democrática del Congo tenía solamente al 38% de sus niños con mosquiteras en 2010.
Uno se pregunta por qué, en pleno siglo XXI, la gente tiene que vivir dentro de una red para protegerse de la malaria. El mundo tiene una mejor solución y no es poner en cuarentena a los niños africanos. El Dr. John Rwakimari, como jefe del Programa Nacional contra la Malaria de Uganda, describió el DDT, que es no tóxico para los seres humanos, como "la respuesta a nuestros problemas".
El Día Mundial contra la Malaria 2011 tenía como tema "Conseguir el Progreso e Impacto" y como objetivo, cero muertes por malaria antes del año 2015. Si el mundo quiere realmente hacer progresos y disminuir el número de vidas segadas por la malaria, le hace falta adoptar la mejor de las tecnologías disponibles para los africanos hoy en día. Y eso es nada menos que el DDT.
Jane Abel
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La máquina de colocar

EL modelo autonómico dejó de funcionar hace tiempo, pero es intocable. Después de pasarse varios años discutiendo en mayor o menor medida la necesidad de reformarlo, reconducirlo o como mínimo embridar el gasto desbocado de las autonomías, los grandes partidos lo han declarado tema tabú en estas elecciones que ventilan el poder en trece comunidades. De repente ha desaparecido el debate, que estaba hasta hace bien poco en la agenda inmediata del ajuste del déficit. Y sigue estando, claro, sólo que los gabinetes de campaña han prohibido mencionarlo; no se ganan votos prometiendo apretones de cinturón. Por eso en los mítines se habla —se grita, más bien— del paro, de la extrema derecha, de los culpables de la crisis, de Bildu, de los sondeos, de la corrupción, y se llama a votar en clave nacional pero está vetado mencionar uno de los problemas esenciales de la nación, que es el diseño territorial del Estado. En las elecciones autonómicas no se puede tratar el asunto de las autonomías.
Al fondo de este chocante silencio está el papel fundamental de los poderes regionales como agentes principales del clientelismo político. Las comunidades autónomas son el primer aparato de colocación de España, una fábrica de cargos públicos a pleno rendimiento, y también el primer distribuidor de recursos, subvenciones, licencias de actividad y contratos de obras o de servicios. Su máquina de gastar resulta imprescindible para el funcionamiento de un tejido partidista basado en la capacidad de aglutinar lealtades mediante el reparto de favores entre afiliados y simpatizantes. El PP y el PSOE se han convertido de hecho en confederaciones de estructuras territoriales que ejercen de verdaderos califatos y determinan con su peso específico la elección de los líderes nacionales. Y en el caso de los nacionalismos, autonomía y partido forman una simbiosis elemental, conceptualmente indisoluble hasta el punto de que fuera del poder peligra la supervivencia misma de la organización. Los gobiernos que salgan de las urnas el domingo controlarán una inmensa porción del gasto público, que es el combustible de la política.
Todos los participantes en las elecciones saben que será necesario un recorte en esa nómina hipertrofiada, que habrá que podar organigramas, reducir cargos y ajustar plantillas, pero confían en minimizar su parte de la rebaja y en todo caso no están dispuestos a asumir sus costes de antemano. Aunque en la mayoría de los casos han renunciado a prometer inversiones que no podrán acometer, lo que de ningún modo aceptan es que se adelante el debate sobre la propia estructura del modelo que garantiza sus cuotas de liderazgo. Ése será un debate para las generales, y probablemente tan estéril como hasta ahora porque en España ya no hay poderes nacionales libres de la condición de rehenes de sus virreinatos.
Ignacio Camacho
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